jueves, 6 de junio de 2013

Ochenta y cinco

Estoy sentada frente al árbol, esta vez sola: sin ti. Porque tú eres la única compañía en este lugar, en estos infinitos metros. Entre tantos rostros blancos. No, no fui capaz de volver a yacer mi cuerpo sobre las sombras de nuestro árbol, porque sin ti mi cuerpo sólo yace, como los muertos, como los que no tienen un otro, que le reconozca como un igual y viviente ser.

No, sin ti rondándonos yo no existo ni aquí ni allá: yo vago y vago. Ya no florezco, ya no revivo. Ahora estoy dormida, apagada, y guardo conmigo como un suave alivio la fuerza de tu decisión, porque lo único que aplaca el silencio de ti, anestesia tu partida, es el saber que si has decidido partir, al menos tú decidiste partir.

Y yo me aplaco también.
De ti y tu partida.
Y me anestesio de mí.

¡¡Angelo, por qué te fuiste así!!

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