Sesenta y uno
Por las mañanas, al despertarse al rato después que yo
estiraba su brazo izquiero que pasaba por debajo de mi cuello
y el brazo derecho que posaba sobre mi cintura
y como un verdadero gato enflaquecido que amanece
al contraerse me atrapaba en el más dulce abrazo de sueño.
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ResponderEliminarpor qué lo borraste...
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