jueves, 1 de noviembre de 2012

Treinta y cuatro

Los estigmas en mis manos arden
el silencio se proyecta como un eco infinito
se encrispan los dedos
se me retuerce el alma

Cada una de mis palabras no se detiene
y delinea mi espacio
esta herida ya no recuerda cierres
estos dedos no recuerdan sequías

Se abre cortante un nuevo cielo
me abrigo de su manto escarchado
en un rincón de este hoyo negro

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