Cuánto
más crecen los días
con
gusto a la insignificancia que no perciben
la
aurora se desvanece en la impaciencia
el
cincel golpea mi alma
tan
lento como tus latidos.
Y
me siento a calcular
la
caída de cuantos dedos se regeneren en mis manos
suplicando
por letras y estratagemas
pero mis laberintos mismos se han
empujado
y caen como dominós
Y
yo respiro, respiro, estoy respirando
mis
recuerdos se demarcan –espero-
empero
herirán.
No
nazcas, silbido suicida
apaga
tu búsqueda
diluye
el ahínco
no
necesitas pruebas ni decibeles demostrativos de mis gritos
déjate
desaparecer, mortaja
y
arráncame
súbitamente del cuerpo
todo
rastro de misericordia ante mis estados robóticos
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