martes, 20 de noviembre de 2012

Cincuenta y uno


Cuánto más crecen los días
con gusto a la insignificancia que no perciben
la aurora se desvanece en la impaciencia
el cincel golpea mi alma
tan lento como tus latidos.

Y me siento a calcular
la caída de cuantos dedos se regeneren en mis manos
suplicando por letras y estratagemas
            pero mis laberintos mismos se han empujado
            y caen como dominós
Y yo respiro, respiro, estoy respirando
mis recuerdos se demarcan –espero-
empero herirán.

No nazcas, silbido suicida
apaga tu búsqueda
diluye el ahínco
no necesitas pruebas ni decibeles demostrativos de mis gritos
déjate desaparecer, mortaja
y arráncame
            súbitamente del cuerpo
todo rastro de misericordia ante mis estados robóticos

súplelo por una vida humana.

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