Y ahora déjame.
Con tu lengua tras mi oreja. Déjame.
Estar contigo, volver a recorrer el mundo de tu mano
y vivir las noches insómnicas junto a tu remota guarida
donde por gracia las paredes no delatan
qué hicimos con la contorsión que mi cuerpo alcanzaba
Déjame entonces verte llorar
para sacudir mis lagrimales y devolverte el agua que derramas
y te regalo la sangre y mis dedos magullados
que son más simbólicos que el llanto común.
Más de lo hondo, más de lo tristísimo.
Tú me enterraste a medias
y yo te boté lo demás.
Ahora te crees víctima y yo sufro como orgullosa
y ambos sufrimos encandilados.
Prismáticos.
El prisma del diablo
que no puede deshojar mi flor
y entra en desesperación
y furia
y dejaste de quererme.
Te odié por odiarme
pero ahora que te soy indiferente, te volví a amar.
Ahora que te soy repulsiva te quiero vomitar
y verte salir de mi adentro
para estar segura de que alguna vez estuviste allí
y no puedas reprocharme más que estoy vacía
y que yo te diga que soy invisible por dentro.
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